YO, EL PASTEL DE CARNE

La espiral continua (que muestra la foto) que se puede obtener a partir del centro mismo de esta cobertura de hojaldre fino es debida a disponer de una fórmula de masa muy tradicional de cada pastelero, que ha de ser sometida a un largo proceso manual de pliegues consecutivos una y otra vez sobre sí misma, correspondiéndose cada circulo de ella a un plegado.

El objeto de esta elaboración es vario, a fin de lograr que por el hecho de ser esta tapa tan extremadamente delgada resulte muy crujiente para que consecuentemente al ser cortada nos llegue esa agradable sensación de crujido al oído, a que los aromas fluyan por entre estas láminas al exterior hasta cautivar nuestro olfato, y que los fluidos que emanan del relleno durante el proceso de horneado se impregnen entre ellas y así aportar en el momento de su degustación a las papilas gustativas la gran riqueza de matices que lo componen, otro aspecto importante es el de mostrar visualmente que no se trata de un pastel cualquiera a la usanza, sino de algo diferente que promete ser algo especial como termina por ser comprobado.

Desde el punto de vista de su consumo se hace muy apetecible no solo por su equilibrado contenido en proteínas, hidratos de carbono, grasas, vitaminas y sales minerales, y con un garantizado aprovisionamiento local de los componentes con lo que se consigue mantener siempre la mismas características organolépticas, sino también porque supone la mejor posible alternativa para hacerlos diferenciarse favorablemente de los “fast food” tan en boga.

Por todo ello su consumo está incrementándose tanto para tapeo (ya que se suele servir troceado en cuatro trozos), o bien como almuerzo a media mañana, comida, merienda o cena, eso sí ya es el colmo cuando se logra tomarlo recién salido del horno, humeante, calentito y acompañado de una buena cerveza fresquita, o de uno de nuestros afamados vinos tintos.

Se trata por otra parte de una figura icónica de nuestra gastronomía que en la región es conocido como “Pastel de Carne”, y que al haber trascendido desde hace tiempo al entorno más próximo de nuestras provincias limítrofes ha pasado a tomar carta de naturaleza denominándolo “Pastel de Carne murciano”.

Nuestros paisanos desplazados por razones laborales a través de todo nuestro país han contribuido de manera primordial a difundir su conocimiento por doquier, y el cada vez más elevado incremento de los flujos turísticos hacia Murcia tanto nacionales como internacionales (mayoritariamente europeos) están consiguiendo una cada vez mayor divulgación, como no podría ser de otra manera dada la excelencia del mismo pues como dice nuestro rico refranero español: “Algo tendrá el agua cuando la bendicen”.

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MI PASTELICO DE CARNE

Para mí la historia del Pastel de Carne comenzó según recuerdo hace unos 70 años durante mi época estudiantil, cuando empecé a venir a Murcia con motivo de los exámenes por libre de Bachillerato en el Instituto Alfonso X el Sabio (hoy Licenciado Francisco Cascales) primero desde Pliego y luego desde Ceutí con mi padre y profesor.

Estos dos o tres días que duraban los exámenes eran aprovechados por los alumnos para gratificar el esfuerzo anual de nuestros estudios con el disfrutar en distintos establecimientos de hostelería con unas pitanzas fuera de lo habitual, siendo la estrella de entre todas el tradicional Pastel de Carne de la reputada Pastelería de el “Barba”.

Y a la memoria me viene todo un ritual que se iba gestando en mi mente, que comenzaba por la Fase de Aproximación que implicaba la promesa de la inmediata llegada a lugar tan deseado, la segunda Fase de Arribada al local que como siempre estaba indefectiblemente lleno, con lo que se imponía una asumida espera inhalando los aromáticos efluvios de los pastelicos y la cerveza que llenaban el mostrador y las lejas de la pared trasera, a la vez que observaba a los comensales como los atacaban con fruición y como es lógico deseando que terminaran de una vez para ocupar su lugar, con lo que al fin llegaba la Fase de Éxtasis al ocupar un asiento frente a la barra momento en que comenzaban a actuar todos los sentidos: el del oído al escuchar la frase de rigor !!!Marchando …….¡¡¡ seguida del firme golpeteo del gran cuchillo manejado por el camarero que lo troceaba en cuartos, la vista ante la contemplación del maravilloso pastelico dorado, brillante, crujiente, humeante …., el olfato que percibía la cercanía del objeto del deseo, el tacto poder al por fin cogerlo con las dos manos y sentir su calor, la suavidad que le presta la manteca y para acabar siendo el gusto el último de los sentidos que pasaba por devorar el primer cuarto con la avidez fruto de la espera y después  pasar a saborearlo  de veras con gran parsimonia hasta acabarlo con la agradable sensación de haber alcanzado tan exquisito y ansiado objetivo , pero con la triste sensación final indicativa de que había sabido a poco.

  El segundo episodio histórico que conservo en la memoria es el relato que escuché varias veces a mi padre cuando contaba sucesos de su juventud allá por los años 20 del pasado siglo, en el que citaba que a la hora de salir al recreo de su cercano colegio se dirigía corriendo todas las mañanas a la citada pastelería y pedía: “Uno de 15 con arreglo de 20”, está claro que se refería a céntimos de peseta y lo del arreglo a lo que hoy llamamos un “especial”.

El tercer relato lo relaciono directamente con mi hermano Pepe que cada vez que viene a Murcia se tiene que llevar una buena cantidad de pasteles de carne, que con su habitual manera  irónica que le caracteriza los pide diciendo “Oído barra quiero 6 pasteles especiales y 6 inteligentes” (estos últimos son los que llevan incorporados sesos).

Continuo por reconocer que en mis años de jubilado en los que me he dedicado a mi anhelo de empaparme de los aspectos culturales que la vorágine de la entrega al trabajo diario no había podido llevar a cabo, con lo que he llegado a conocer que los orígenes del pastel de carne son bastante remotos y quizás heredados de la cocina árabe, cuya aportación a nuestra gastronomía fue de tal magnitud que mereció ser tan bien llevado a la pintura este delicioso manjar por Esteban Murillo en su lienzo “Niños comiendo pastel”, e incluso condujo a prestarle la debida atención el emperador Carlos V al llevarle a promulgar una pragmática determinando la composición y calidades de las materias que debían contener a fin de evitar que se utilizaran alimentos inapropiados.

Y acabo puntualizando que estos citados pasteles de carne han ido evolucionando a mejor en su aspecto cualitativo hasta tal punto que los elaborados hoy en día en Murcia de un modo artesanal están adquiriendo una fama sin parangón, y que aunque tengan muchos imitadores la denominación “Pastel de Carne Murciano” como se conoce en nuestro entorno y lo tengo muy contrastado en Torrevieja, Elche y Orihuela es el mejor marchamo de identificación.

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CEMENTERIO DE LA PUERTA DE CASTILLA

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En el año 1811 hubo en Murcia una fuerte epidemia de fiebre amarilla que causó una gran mortandad en la población, por lo que se recurrió a la apertura de este cementerio y otro en la Puerta de Orihuela.

Al construirse el nuevo de Nuestro Padre Jesús en Espinardo se trasladaron en 1887 al mismo los restos enterrados en éste, pero debieron ser únicamente los que estaban identificados por lo que en la parcela que ocupaban los mismos quedaron el resto sin ser trasladados.

A este lugar aún siguieron viniendo durante bastante tiempo en días señalados lugareños y devotos, a orar por los difuntos innominados que allí habían quedado sin recibir otro destino a sus cuerpos que quedaron diseminados.

En esta parcela resultante de la que en la foto superior se pueden apreciar los escombros de la Capilla y de la Casa del Santero, que se derribaron recientemente dado su estado de deterioro en prevención de alguna desgracia a los individuos que allí se refugiaban para el uso de estupefacientes.

Esta pequeña finca fue vendida y dedicada al cultivo por su propietario con gran éxito de producción según me relataron los vecinos de la misma, lo que contribuyó a la disgregación de los restos óseos que hoy se encuentran por doquier. Pero al pasar a los herederos éstos decidieron no seguir cultivando y habiendo quedado en este estado de abandono actual.

La denuncia de unos grupos de jóvenes ecologistas provocó que se desplazaran al lugar la policía local que acotó con cintas el agujero que excavaron a instancias de la arqueóloga municipal, la cual dictaminó la procedencia y tomó nota para encontrar la solución a este hallazgo largamente conocido por los vecinos, pero que no le habían dado la más mínima importancia dado que habían vivido durante generaciones junto a los mismos.

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EL MOLINO DEL AMOR

La imagen puede contener: planta, árbol y exterior

Poema Al Molino Del Amor de Tirso de Molina

Al molino del amor
alegre la niña va
a moler sus esperanzas;
quiera Dios que vuelva en paz;
en la rueda de los celos
el amor muele su pan,
que desmenuzan la harina,
y la sacan candeal.
Río con sus pensamientos,
que unos vienen y otros van,
y apenas llego a la orilla,
cuando ansí escucho cantar:

Borbollicos hacen las aguas
cuando ven a mi bien pasar;
cantan, brinca, bullen, corren
entre conchas de coral;
y los pájaros dejan sus nidos,
y en las ramas del arrayán
vuelan, cruzan, saltan, pican
toronjil, murta y azahar.

Los bueyes de las sospechas
el río agotando van;
que donde ellas se confirman,
pocas esperanzas hay;
y viendo que a falta de agua
parado el molino está,
desta suerte le pregunta
la niña que empieza a amar:

-Molinico, ¿por qué no mueles?
-Porque me beben el agua los bueyes.

Vió el amor lleno de harina
moliendo la libertad
de las almas que atormenta,
y ansí le cantó al llegar:

-Molinero sois, amor,
y sois moledor.
-Sí lo soy, apártense,
que le enharinaré.

Réquiem por el ‘Molino del Amor’

 06.06.11 – 00:44 –

No faltará quien con justa razón aduzca que el Molino del Amor carece de valor arquitectónico. Ciertamente su valor no es el artístico, ni el que puede medirse y ajustarse con la vara metálica del oro. Su valor es histórico, cultural, literario, sentimental y ecológico.
Salvador Jacinto Polo de Medina (1603-1676), lo inmortaliza en el décimo verso de su celebrado romance ‘A las calles de Murcia’ (1637); de las que viene a ser su testamento, pues buena parte de ellas o ya no existen o han cambiado de nombre.
En Murcia (donde lo que hace una generación lo destruye la siguiente) hubo calles, puertas, plazuelas y enclaves que nuestro mayor poeta festivo engarza en un rosario de cuentas que no se recita de corrido en los centros docentes (escuelas, institutos y universidades) porque inspira mala conciencia. Buscar en el actual callejero murciano la Puerta del Sol o la Plazuela de Gracia es vano mester. Pasaron a mejor vida y son pasto del olvido. Quien quiera saber de ello siga los pasos de «la que dicen que es su casa el Molino del Amor, y si no le dan maquila la posada del León».
Si la heroína del poema, una buscona, moró en dicho molino y ofreció en los harinosos jergones de la maquila sus servicios o si el poeta recurrió metafóricamente al nombre por razones literarias es cuestión que no hace al caso discurrir ahora. Lo que importa resaltar es la función referencial del Molino del Amor; presente en graves momentos históricos (riadas, movilizaciones, guerras…).
En ‘Bosquejo Histórico de Murcia’, por ejemplo, Frutos Baeza cuenta que, en tiempos del Fraile Pepón (1835) «se organizaron milicias urbanas para defender a los ciudadanos de los alborotadores, situándose las compañías de la Albatalía y Arboleja en el Molino del Amor».
Ubicado en la carretera de La Ñora, sobre la acequia Aljufía (la del Norte) cuyas remansadas aguas movían las pesadas piedras de la molienda, permaneció activo hasta aproximadamente 1970, encontrándose actualmente cerrado y en estado ruinoso. Y amenazada de mendaz entubamiento, la acequia de origen y nombre árabe, antesala de La Mota, de la que ya sólo queda el nombre, pues donde hubiera acequia ya no hay acequia, ni mota. Semáforo, sí. Y pésimo urbanismo.
Hasta su imperdonable abandono, el Molino del Amor dio amplio y buen servicio al vecindario, moliéndose en sus instalaciones todo tipo de granos; sobre todo: maíz; cuya harina servía para la alimentación de cerdos; que, hablando conmigo mismo, en ninguna casa del lugar faltaban.
Gratuita y mareantemente aromado por el vino peleón de la paredaña tasca ‘El Jumillano’, en el establecimiento molinero expendíase a granel harinilla, harina de panizo, harina de salvado y centeno, y demás harinas forrajeras; amén de granos y semillas.
Fuera, la niña del molino, guapa, inocente y lozana, era injusta y ladinamente perseguida en los carriles aledaños por los gamberros del momento (entre los que me contaba). El ángel de la Guarda la preservó de salacidades. Si podrá, o no, preservar el Molino del Amor es cuestión que está por ver.
Abandonado a su suerte, el Molino del Amor se muere lenta e irremisiblemente. No de amor, sino de justo lo contrario. De desamor municipal, naturalmente.
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BANDO QUINTO DER PERRÁNEO DE COBATILLAS – FIESTAS DE PRIMAVERA 1935

Las máeres
que tien hijas casaéras
y que quian ir al concurso
de misis c´hay en Romea,
tién c´hacelles pa su bién
esta leal alvirtencia:
que vayan como ellas són,
na más que limpias y frescas;
que se laven bien los morros
en el agua de la cieca
y s´arrejunten los pelos
por dezaga, en una trenza;
que no s´echen coloretes;
que no se pelen las cejas,
ni se las suban p´arriba
como las chinas de Persia;
y sobre tó hay que dicílles,
que prohibo con tóa mi juerza,
que s´hagan la premaniente
con la maquinilla létrica;
y le poneis el ejemplo
de Mari-Pepa la er Penca:
que se jué un escurecer
a la barbería del Merla
y dimpués d´arrellenarse
güenamente en la silleta,
la pillaron por los pelos
con esos ganchos qu´emplean,
la sujetaron con pincias,
le dieron milenia güertas,
y en metá de la junción,
la maquinilla entra en güerga
y hace ¡clás!…¡Várgame Cristo!.
La que allí se armó jué güena;
¡Tuiquia la noche enchufá
estuvo la Mari-Pepa,
sin poer hacer movición
denguna con la mollera
como si cogía e los pelos
juá a llevarsela Pateta!.
Hista que por la mañanaa,
s´arregló la cosa aquella,
y er probe de su marío
se la llevó a coscaletas,
y tavía la tié en er catre
comía de lisipela,
con la caéza más bollá
que la arcuza de mi suegra.
Estos son los resurtaos
de las corrientes moernas,
en que el Elemigo Malo
a las zagalas acecha
pa arrancalles la vertú,
la moral, las comenencias…
¡hista los pelos del moño
les arranca como puéa!.

He arrematáo, caballeros;
Inda las próximas fiestas

Autor: F. FRUTOS RODRIGUEZ

De mi Biblioteca personal.

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BANDO PRIMERO DER PERRÁNEO DE COBATILLAS, FIESTAS DE PRIMAVERA 1935

Toas las zagalas
de mi partío y sus ajueras
tién la obligación sagrá
de vinir a ver las fiestas,
con tó lo mejor der arca
corgáo en sus cuerpos de reina;
ná de fardas churubitas
ni galambáinas moernas,
ni echarse por las narices
tisnes ni porvos de glea;
con lavarse bién los morros
se queáis mu guapas y frescas;
ponerse la mantellina
y la farda e llentejuelas,
el armaor con puntillas
y tuiquias las viejas prendas;
y ya asina ataviás
venís pa Murcia a toa priesa,
y si veis a un deputao
clisao ante güestra presencia
en la puerta der Casino
u en otro sitio cuarquiera,
lo besáis en er cocote
en premio a su gran impresa;
si veis a Perete Lorca
us hago igual encomienda:
lo besáis toas a la ves
en metá de la mollera;
hay sitio pa toas gusotras
anque seáis más de milenta.

Autor: F. FRUTOS RODRIGUEZ

(De mi Biblioteca particular)

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Carta der Cabo Cutillas á su novia Marialcármen

Marialcármen de mi arma,
premite que en este día
tire por arto er jusíl,
la canana y la mochila,
premite que á tu retrato
le dé un beso en la mejilla
y lo arrepriete en el pecho
como si juera relica,
porque del ese que trayo
tuiquio er cuerpo me relincha.

Dile á mi máere que osequie
á mi burra con papillas,
ar cherro con un ingüerto
y, ya puesta, á la cochina
que le dé lo que apeteja,
gurullos o semolíquia.

Tú le llevas una arcuza
á San Roque er de la Ermita,
y si Faco el Sacristán
lo premite, sube arriba
y echa ar guelo la campana
con la fuerza que tú estilas
pa que sorteis los tablachos
ar gozo que us atosiga
y se isparen cobetones,
se beba hasta echar las tripas
y sarte el agua en las ciecas
y se esturra de alegría.

Marialcármen, ¡Viva España!
y sepas que Antón Cutillas
que salió echa una mosca muerta
cuando se jué a la melicia
abora es cabo prepuesto
pa dos cruces y una ensinia,
y pué que antes de las brevas
ú tó lo más pá las crillas,
me suban a comendante
ú espiche aquí boca arriba.

Sabrás como la otra noche
me perdí en una guerrilla
porque ibamos por lo escuro
andando de puntilliquias
y ezaga de unas paleras
esfisé á un moro en cuquillas
que estaba con la espindarga
chándome la midia.

-¡Juebo!-me dije a mi mesmo-
vide ar moro que se puso
las manos por la barriga
y comenzó a icir:-¡Jalapa!
¡Yo morro, Mojama mía!
Lluego salieron más moros,
por dezaga de unas pitas,
y se armó una tronaera
á mi alreor, que paecía
que era yo una Juana de Arco
ó un emperaor de China.
Yo me apestillé ar jusíl
y al ver la cosa perdía
ije:-¡Santiago y á ellos!
y como er que mata ovispas
comencé a tirar repullos,
esjinces y rersurtías
y á icilles haciendo juebo:
-Tomar, tomar almendriquias!.

Dimpués sintí las cornetas
y vide a mi conpañía
y á mi Comendante echando
pa er Gurú a la morisma
¡Lo menos ejé seis moros
sin resuello en la embestía!
Entonces jué cuando er jefe
ijo:-“Sepa Antón Cutillas
que er rey premia a los herodes,
y en pago a tu valentía
abora mesmo te cuergo
los jalones y la ensinia”
¡Y me abrazó como un páere
llorando a lágrima viva!.

Dinde entonces tuiquio er mundo
me osequia con tragarninas,
me atraca de fostachones
y me dá bebía fina.

Man dicho c´abora vamos
hincia Nadór desiguia
y á tomar una arcazaba
que allá lenjotes se esfisa,
lo cual que en mis cortas luces
no sé lo que sinifica
una arcazaba pá tanto
como vá á ver quié´a pilla
si yo le meto los deos
te la llevaré enteriquia.

No canso más, Marialcármen;
pídele ar cielo é ruillas
que percance anguna estrella
y si ¡Dios no lo premita!
me hacen er cuerpo un garbillo,
le iré ar general Marina
que lo mande a la Zacaya
ú a ti mesmo lo remita
pa que guardes er pellejo
y te hagas un ciazo, vida.
Pero si ar darme er canute
ves dezaga á tu bardiza
á un comendante á caballo
con una aspá é culebrina
blinca la cieca de gozo
ven á mi pecho ensiguía,
que es tu Antón, que viene a hacerte,
pa que rabie er Gachasmigas,
comendanta en usufruto
y arbullo de la melícia,
y del mesmo antusiasmo
te enmutarás, arma mía,
yo te echaré er alcanfor,
te haré, si es mester, cosquillas
ú le tiraré del deo
pa bajarte la subía.

Adios, recobollo tierno
ánde está mi arma cautiva,
flor prefumá de la huerta,
y recibe un juerte abrazo,
anque de mentirijiquias
der cabo de los sordaos, que te quiere.

ANTÓN CUTILLAS

Por la copia
José Frutos Baeza 1909

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EL BAILE EN 1811

En estas y otras cosas llegó la tarde el domingo.

Desde que terminó la siesta, la gente sin miedo al calor que por todas partes se difundía comenzaba a acudir al emparrado del tío Roque, presentándose un buen golpe de muchachas que parecían un verdadero ramillete de flores hermosísimas. Con sus refajos de colores fuertes en harmonía (sic) con la espléndida vegetación del panorama; con sus moños de lazo adornados de flores y peinas de plata; con sus armadores de lentejuela y sus brazos desnudos, reprimiendo el seno con pañoletas de varé y con su calzado típico de alpargata con cintas negras entrelazadas, o zapatos de tabinete sobre la media blanca que dejaba transparentarse la rosada piel de los modelados arranques de la pierna, parecían hadas recién salidas de grutas formadas por arrayanes y jazmines en las orillas del plateado río, que serpeaba perezoso entre los sotos floridos que formaban sus cauce.

No tardó en oírse el campanilleo de una tartana que venía a todo escape, y cuando el vehículo se paró a unas cuantas varas de distancia del emparrado, saltó de ella Juan el Lanero con varias mujeres y mozos de Espinardo, y Ambrosio precipitóse inmediatamente para recibir a su amigo y dar la bienvenida a todos los acompañantes.

Desde aquel momento pudo decirse que comenzaba la fiesta.

Oyóse el temple de una guitarra, una bandurria y un violín, orquesta de lujo para aquella reunión, y escapábase algún carrasclás de las postizas que movían los dedos impacientes de las mozas.

Formóse enseguida un ancho corro con las sillas y tablados de las camas, y antes que un cantador entonara la tercera copla allá fue el Corroscones seguido de Mariquita y se plantó en el centro, apretándose la faja y limpiándose el sudor con un pañuelo de hierbas, mientras su dama ajustaba en los pulgares los lazos de sus postizas y se ponía en jarras para comenzar el baile.

Este era la malagueña, el más vistoso y variado y Mariquita y Coscorrones se portaron de verdad en los saltos, trenzados y vueltas, como si fuesen maestros consumados de la danza.

“De mi Biblioteca familiar”

“Huertanos y Franceses” de Andrés Blanco y García. Año 1902

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LOS “FRANCHUTES” EN MURCIA EN 1809

El tio Roque una vez sentado en su silla de cuerdas, atacada su pipa y prendida fuego con la yesca que encendió a fuerza de golpes del eslabón sobre el pedernal, y a continuación de echar dos o tres bocanadas de humo, de toser y escupir, como para aclarar su garganta dijo:

Cuando en el año nueve se corrió la voz de que iba a venir a Murcia el francés, se hicieron en la ciudad angunas fortificaciones y dista se derribó en la Puerta de Castilla la ermita de mi santo que estorbaba, sigún dicían unos inginieros.

Munchos de esos que por toas partes quieren sacar la panza porque no le han visto las orejas al lobo, estaban que no cogían en el pellejo, de hinchaos y valentones, creyendo que se iban a comer dista al Preste Juan de las Indias, y tó porque un general inglés que se llamaba On Dole (Lord Doyle) y el mesmo general Palafox que se había hecho tan nombráo en Zaragoza, habían dicho que si tal, que si cual, y que eramos tós muy hombres.

En fin que yo mesmo estaba pá coger un fusil de güena gana, porque me entró una esa que dista a bocáos me hubiera tragáo media Francia.

………….. y en cuanto dieron las ánimas en la Catedral, unas patuleas de gabachos, muy feos y a bayoneta calá, se esparramaron por angunas calles y fueron matando a tóas las presonas que encontraban, que pasaron de treinta, a punchazo limpio y dimpués se metieron en munchas casas prencipales y en angunas tiendas de comercio, atropellando a hombres y mujeres, rompiendo las puertas y robando los dineros y halajas que encontraron.

¿ Y los de la ciudá se estuvieron quietos ?.

¡ Hombre ! hubo de tó; pero como a la gente le pilló desprevenía y los otros iban armaos, pos sucedió que no se pudo escabechar por las calles más que a tres o cuatro franchutes y como a media ocena dentro de las casas.

¡ Argo es argo! tio Roque: más vale pocos que nenguno, porque ¿sabe osté que le digo? que si de los nuestros caen munchos ¡no importa! porque al regolver de una esquina, como aquel que dice viene el repuesto; pero si de ellos hay cae uno y mañana otro , y no se para la hebra enviando siempre gabachos a Perico Botero al cabo de angún tiempo ¡Dios que te crió! no quéa nenguno ni pá simente de rábanos…..

En mi Biblioteca familiar.

Del libro Huertanos y franceses de 1902.

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EL MERCADO DE MURCIA EN 1862

“Los mercados de exportación de Murcia más fuertes eran los de la época de la seda y del pimiento, siendo tan apetecida la primera de todos los fabricantes nacionales y extranjeros y se producía en abundancia tal que corría en abundancia el oro.

El mercado local llenaba entonces las plazas contiguas del Esparto y Santo Domingo y parte de las calles adyacentes de la Merced, Trapería, Zambrana, Balboa y Jabonerías.

Mezclábanse en sus puestos infinidad de tambanillos de puntillas, encajes, adornos y telas para ropas interiores.

Pregonaban por todas partes los lienzos de Beniaján, las tejiduras de sayas y refajos de Totana, las enaguas de dos azules, las madejas de lino y estopa de la huerta, los mazos de lana hilada de Alcantarilla, las mantas de Espinardo y los deslumbrantes cobertores de Murcia.

Veíanse colgados de tirantes de cuerdas los preciosos armadores y delantales de lentejuela, las gorras para los niños, los chalecos bordados con su gran botonadura colgante de plata, y los pañuelos de seda de colores fuertes tejidos en las fábricas de la capital.

Más allá zapaterías y alpargaterías, filas enteras de objetos de cristal y barro valenciano para toda clase de líquidos, puestos de comestibles al por mayor y al menudeo, saladuras, azafrán de Albacete, pimiento molido murciano y oriolano, queso blanco y de la Mancha y centenares de macetas con flores de caprichosos matices y de aroma embriagador.

Gritábase la venta de cuajada, del agua de limón y del buen aguardiente, y se escuchaba el monótono relato en verso macarrónico de algún expendedor de relaciones, o los cantares de los ciegos con vidas de santos, sucesos extraordinarios, coplas y tonadillas que embobaban a los sencillos labradores.

Por último, veíase la recoba donde se exhibían por miles los pares de gallinas y de pollos, las cestas de huevos conservados en paja, los grupos de conejos del campo y de la huerta y los jaulones de palomas, todo entre un griterío inmenso que aturdía pero que a la vez alegraba el espíritu, porque aquel movimiento extraordinario era el alma, era la vida de la población”.

En mi Biblioteca familiar.

Del libro Huertanos y Franceses, de 1902.

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