PALMERAS SINGULARES “EL COLOM”

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Debe su nombre al equivalente en español “el palomo”, y se le adscribió el mismo al hecho de que estando cerca de un palomar cercano suele estar concurrida por palomas en el tramo superior próximo a la horizontalidad.

La original estructura de su tronco que comienza a crecer prácticamente vertical, para unos 2 metros después empezar a inclinarse casi horizontalmente y a unos 9 metros volver a doblarse con una inclinación cercana a la horizontal, y recuperando finalmente la verticalidad.

Por ésta característica se hace muy peligrosa su poda por la dificultad el deslizamiento de los palmereros a través de ella, y agudizado el riesgo por el cimbreo que se produce en sus movimientos de poda.

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EL OMBÚ DE LA PLAZA DE SAN BARTOLOMÉ

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Este Ombú es uno de los árboles singulares de la ciudad de Murcia de procedencia Argentina derivando su nombre del idioma guaraní en el cual significa sombra.

Cuenta la leyenda que durante la creación el árbol le pidió a Dios no ser bello, pero sí servir para dar sombra y cobijo a la gente de allá y que por aquellas tierras se le conoce como “Bellasombra”.

Se trata como se puede apreciar en éstas fotos de un árbol de grueso tronco que puede alcanzar los 3.5 a 4.5 metros de diámetro, de buen porte pudiendo alcanzar hasta los 15 a 18 metros de altura, y además su madera tiene un alto contenido en agua que lo hace idóneo para soportar sequías, por lo tanto su madera no sirve para quemar.

Esta vista es de antes de la remodelarse el entorno lo que se hizo para arreglar el mal estado del pavimento circundante, y a la vez dotarlo de un amplio banco circular de hormigón bajo la sombra del mismo.

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LOS “FRANCHUTES” EN MURCIA EN 1809

El tio Roque una vez sentado en su silla de cuerdas, atacada su pipa y prendida fuego con la yesca que encendió a fuerza de golpes del eslabón sobre el pedernal, y a continuación de echar dos o tres bocanadas de humo, de toser y escupir, como para aclarar su garganta dijo:

Cuando en el año nueve se corrió la voz de que iba a venir a Murcia el francés, se hicieron en la ciudad angunas fortificaciones y dista se derribó en la Puerta de Castilla la ermita de mi santo que estorbaba, sigún dicían unos inginieros.

Munchos de esos que por toas partes quieren sacar la panza porque no le han visto las orejas al lobo, estaban que no cogían en el pellejo, de hinchaos y valentones, creyendo que se iban a comer dista al Preste Juan de las Indias, y tó porque un general inglés que se llamaba On Dole (Lord Doyle) y el mesmo general Palafox que se había hecho tan nombráo en Zaragoza, habían dicho que si tal, que si cual, y que eramos tós muy hombres.

En fin que yo mesmo estaba pá coger un fusil de güena gana, porque me entró una esa que dista a bocáos me hubiera tragáo media Francia.

………….. y en cuanto dieron las ánimas en la Catedral, unas patuleas de gabachos, muy feos y a bayoneta calá, se esparramaron por angunas calles y fueron matando a tóas las presonas que encontraban, que pasaron de treinta, a punchazo limpio y dimpués se metieron en munchas casas prencipales y en angunas tiendas de comercio, atropellando a hombres y mujeres, rompiendo las puertas y robando los dineros y halajas que encontraron.

¿ Y los de la ciudá se estuvieron quietos ?.

¡ Hombre ! hubo de tó; pero como a la gente le pilló desprevenía y los otros iban armaos, pos sucedió que no se pudo escabechar por las calles más que a tres o cuatro franchutes y como a media ocena dentro de las casas.

¡ Argo es argo! tio Roque: más vale pocos que nenguno, porque ¿sabe osté que le digo? que si de los nuestros caen munchos ¡no importa! porque al regolver de una esquina, como aquel que dice viene el repuesto; pero si de ellos hay cae uno y mañana otro , y no se para la hebra enviando siempre gabachos a Perico Botero al cabo de angún tiempo ¡Dios que te crió! no quéa nenguno ni pá simente de rábanos…..

En mi Biblioteca familiar.

Del libro Huertanos y franceses de 1902.

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EL MERCADO DE MURCIA EN 1862

“Los mercados de exportación de Murcia más fuertes eran los de la época de la seda y del pimiento, siendo tan apetecida la primera de todos los fabricantes nacionales y extranjeros y se producía en abundancia tal que corría en abundancia el oro.

El mercado local llenaba entonces las plazas contiguas del Esparto y Santo Domingo y parte de las calles adyacentes de la Merced, Trapería, Zambrana, Balboa y Jabonerías.

Mezclábanse en sus puestos infinidad de tambanillos de puntillas, encajes, adornos y telas para ropas interiores.

Pregonaban por todas partes los lienzos de Beniaján, las tejiduras de sayas y refajos de Totana, las enaguas de dos azules, las madejas de lino y estopa de la huerta, los mazos de lana hilada de Alcantarilla, las mantas de Espinardo y los deslumbrantes cobertores de Murcia.

Veíanse colgados de tirantes de cuerdas los preciosos armadores y delantales de lentejuela, las gorras para los niños, los chalecos bordados con su gran botonadura colgante de plata, y los pañuelos de seda de colores fuertes tejidos en las fábricas de la capital.

Más allá zapaterías y alpargaterías, filas enteras de objetos de cristal y barro valenciano para toda clase de líquidos, puestos de comestibles al por mayor y al menudeo, saladuras, azafrán de Albacete, pimiento molido murciano y oriolano, queso blanco y de la Mancha y centenares de macetas con flores de caprichosos matices y de aroma embriagador.

Gritábase la venta de cuajada, del agua de limón y del buen aguardiente, y se escuchaba el monótono relato en verso macarrónico de algún expendedor de relaciones, o los cantares de los ciegos con vidas de santos, sucesos extraordinarios, coplas y tonadillas que embobaban a los sencillos labradores.

Por último, veíase la recoba donde se exhibían por miles los pares de gallinas y de pollos, las cestas de huevos conservados en paja, los grupos de conejos del campo y de la huerta y los jaulones de palomas, todo entre un griterío inmenso que aturdía pero que a la vez alegraba el espíritu, porque aquel movimiento extraordinario era el alma, era la vida de la población”.

En mi Biblioteca familiar.

Del libro Huertanos y Franceses, de 1902.

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2º TRAMO DEL MALECÓN, Colegio de La Merced hasta “Las 4 piedras”

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Su edificación se inició en 1934 y fue tan rápida su construcción que sus primeras clases se impartieron en el Curso 1935-36.

Durante la Guerra Civil fue convertido en Cuartel de la Guardia Civil y posteriormente en Hospital de guerra (que le llamaron Hospital de Sangre).

Terminada la contienda continuó como Hospital Militar hasta el año 1949 en que recuperó su inicial destino de colegio.

Este tramo alcanza hasta el cruce de carreteras de La Arboleja a la izquierda del Malecón y a la derecha hacia La Albatalía, Rincón de Beniscornia y La Ñora, punto donde se halla el lugar conocido por “Las 4 piedras” simbolizando en un monumento el homenaje al Huertano cuya escultura se halla sobre un basamento con piedras del propio Malecón.

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