Este edificio que alberga el Museo de la Ciudad está circundado por los vestigios del último jardín hispano-musulmán, que ante la amenaza de terminar engullido por el desarrollo urbanístico fue comprado por el Ayuntamiento y así poder consolidar otro de los retazos históricos de nuestra antigua medina.
Este aspecto tenía en su época este edificio y su huerto adjunto que era conocido por la Torre de Junterón, que debió pertenecer a la familia del murciano Gil Rodríguez Junterón Arcediano de Lorca y Pronotario Apostólico del Papa Julio II, cuyos restos descansan en la Catedral en la capilla construida por sus familiares para ser enterrado en un auténtico sarcófago romano, por expreso deseo manifestado por el mismo y que ahora se encuentra en su Museo.
Más tarde pasó a ser propiedad de D. Pedro de la Cadena en 1551, que posteriormente perteneció al Marqués de Beniel que ante el estado de deterioro del el edificio lo reconstruyó en 1726.
Como bien se aprecia en la imágen se halla situado frente al Convento de las Agustinas, al fondo por el carril de La Olma (así se ha llamado en Murcia a todo olmo de gran desarrollo) la cual destaca sobremanera, donde se halló situada la Puerta de Molina del arrabal de la muralla árabe.
Por su fachada circulaba y aún lo hace la Acequia Mayor “La Aljufia” (significando en árabe la del Norte), que continua hacia la Fábrica del Salitre o de la Pólvora como se la conoce, para atravesar la ciudad hacia el Palacio Seguir del rey árabe Ibn Mardanis que hoy ocupa el Convento de las Claras y discurrir hasta Puerta Nueva, por donde salía para irrigar todas las huertas de los pueblos de la costera norte. Por detrás, donde se halla el jardín circula una derivación de la misma denominada Acequia Caravija.
En 1998 pasó a ser propiedad del industrial murciano D. José López Ferrer propietario de la conocida empresa Vigaceros, cuya mansión presentaba este magnífico aspecto en aquellos años, siendo el que efectuó su venta al Ayuntamiento a cambio de aumentar el volumen de edificación en la parte trasera que ocupaba el jardín.
En esta serie de fotografías que se han descrito se muestran algunas del medio centenar de piezas que contiene el Museo pretendiendo mostrar toda la trayectoria que abarca la numerosa documentación que va desde el documento original del Fuero Juzgo, los hallazgos arqueológicos del periodo andalusí y muestras de utensilios del hogar hasta el siglo XX, terminando con la imagen del original León del Malecón, al fondo la maqueta de la Catedral y la vista a través del ventanal de una bonita estampa del jardín que nos ocupa.
Estas últimas muestran los hitos más significativos que contiene el jardín ahora llamado Huerto Cadenas comenzando por esta canalización, cuyo caudal proviene de la citada Acequia Caravija de la que se muestra dos preciosas imágenes, a la primera la llamo la “acequia de las palomas” ya que es habitual al mediodía verlas venir a bañarse para luego salir a secarse al sol tumbándose en sus proximidades, por cierto vigiladas por algunos gatos que situados en sitios estratégicos intentan hallar su sustento diario a costa de alguna despistada.
Otro distintivo icónico por ser histórico del jardín son los dos centenarios magnolios que vegetan en él siendo los únicos ejemplares que quedan de esta especie en la ciudad.
Este viejo ejemplarde higuera muestra el paso de los años y las calamidades por las que ha tenido que pasar, pero que cada primavera recupera su frondosidad y proporciona sus ricos frutos de los que se alimentan la fauna que lo puebla entre las que destacan sus habituales comensales como son los pájaros y roedores del entorno.
Continuando con la descripción de algunas de las especies arbóreas como el naranjo a la izquierda, a la derecha una agrupación de 6 palmeras y en medio de ambas destaca un almez.
En otros rincones dispone de moreras, caquis, membrillos y otras especies autóctonas.
En esta composición se comienza apreciando que los laterales de esta parcela y en general de cada una de ellas se halla bordeada de mirtos, y dentro destacan sobre todo los estilizados acantos y al fondo una bouganvilla de copiosas flores violáceas.
Los helechos, rosales y las costillas de Adán sobresalen en esta parcela del jardín.
Y finalmente recreamos la vista con esta tupida lantana a la izquierda, los tajetes a ras del suelo y al fondo la brugmansia con sus lucidas flores atrompetadas, pero que no se puede describir como si se deambulase por los paseos que atraviesan el jardín en todas direcciones para poder disfrutar de sus maravillosas perspectivas.